DEPORTES

El Real Madrid lo vuelve a hacer: Remontada para ir a la final de la Champions

***Con dos goles de Joselu en 6 minutos vence al Bayern (2-1)***

Bastaron 6 minutos para cambiarlo todo.

Al borde de la eliminación, que es como estaba en el Bernabéu cuando Neuer, dueño de un acto pletórico, fue un niño en el patio del colegio. Joselu, el más pillo de la clase, lanzó el balón a la esperanza, a dos minutos del final, y a Wembley, cuando todos mueren menos el Madrid.

Al Bayern le quedan las quejas, y seguramente con razón, por un polémico final en el que se hizo un lío incomprensible el colegiado Marciniak, al pitar antes una acción que debería haber dejado continuar y en la que el balón acabó en la red de Lunin. Para eso está el VAR. Pero la realidad es que el equipo bávaro perdió el partido por sus errores en los momentos de temblor del Bernabéu que nadie sabe explicar. Ni Tuchel ni Guardiola. Nadie.

Ante mas de 80 mil aficionados en el Santiago Bernabeu, el Real Madrid nunca perdió la fe y una vez más da la vuelta al marcador, para meterse en una nueva final de Champions League. Esta vez su victima fue un Bayer, que ya se creía ganador a solo 8 finutos para el final.

EL MIEDO A LOS ERRORES

Al Bayern le gustan las mismas cosas que al Madrid. Le gusta correr. Si algo le importaba, sin embargo, es que no lo hiciera el rival, porque cuando eso sucede, el Bernabéu es como un desfiladero por el que no se desboca simplemente un equipo de fútbol. Es un alud, un alud blanco. Las precauciones mandaban, pues, sobre los atrevimientos, con dos futbolistas más capaces de estar en su sitio frente a un ataque posicional que los que lo hicieron en la ida. Se trataba de De Ligt y Pavlovic. Tuchel no tenía prisa ni obligaciones por el resultado, y tenía miedo.

También Ancelotti, que no tuvo reparo en reconocerlo, pese a las bromas de Carvajal. Ningún inteligente esconde el miedo. Lo siente, lo observa, lo analiza y lo combate. Ancelotti no podía hacerlo como Tuchel en el Bernabéu, por lo que lo hizo mediante la seguridad en los pases.

Una pérdida era un apretón del rosario, y en esto es mejor mirar a la pelota que al cielo. Cuando eso ocurre, mal asunto. El Madrid sabía que debería llevar el peso del juego y la instrucción es que siempre empezara en Kroos, un tipo con aspecto de no perder nunca las llaves de casa. Asegurar las transiciones y arriesgar solo cuando el balón llegara a Vinicus Rodrygo.

EXHIBICIÓN DE VINICIUS

Lo hizo Vinicius nada más sonar el silbato y perder la primera pelota el Bayern. Levantó los brazos y se dirigió a la grada en busca de la acústica que provoca el techo cerrado del Bernabéu. Estaba inyectado, quizá demasiado, pero era lo que el momento pedía. Vini, centrado o en la banda, iba a demostrar quién es, y quién es en la Champions, lo que no ha podido hacer Mbappé, ya eliminado.

Empezó por un lanzamiento al palo que Rodrygo remachó al cuerpo de Neuer. Nada más empezar la segunda parte buscó el uno a uno en la izquierda. Ni Laimer ni Kimmich, dos jugadores excepcionales, pudieron, ni por separado ni juntos, frente al brasileño. Otra vez Rodrygo desperdició el regalo de su compatriota, pero Vini no paró hasta provocar lo mejor de Neuer y, finalmente, lo peor, su error fatal.

La segunda consigna de Ancelotti era cerrar las bandas a Sané Gnabry, en las que Carvajal Mendy empezaron por no ceder ni un palmo. Gnabry encontró un aclarado gracias a Musiala en el arranque, aunque mal solucionado. Poco después fue al banquillo, lesionado, para dejar su lugar a Davies. Diablo por diablo, era más diablo en segundo, como demostraría con el zigzag y el latigazo que cambiaba el decorado.

MUSIALA Y EL DIABLO DAVIES

Que se equivoque el contrario, pensaba Tuchel, al que no le importaba un partido largo, larguísimo, mientras estuviera en la eliminatoria. Renunció a cualquier tipo de presión alta y esperó a que aparecieran los espacios. No llegarían para el Bayern hasta la segunda parte y cuando eso ocurrió aparecieron Musiala y Harry Kane.

Pocos se mueven igual en ese territorio. Tuchel cambió la posición de Musiala, de la banda, donde jugó en Múnich, a la mediapunta. Lo poco que el Bayern podía filtrar con intenciones partía de sus botas, muy poco durante el primer tiempo. Apenas una volea de Kane pudo encontrar el equipo alemán en ese tramo, un pobre balance ofensivo.

La estirada del Madrid en el segundo y el desgaste acumulado los permitieron y fue Musiala el primero que provocó lo mejor de Lunin en un disparo a quemarropa. Estaba claro que el Bayern había encontrado caminos hasta enconces cerrados. Kane se unió a su compañero para encontrarlos. En el caso del inglés hablamos de un delantero centro que es mucho más, con movimientos y cambios de juego propios de un centrocampista cuando se retrasa unos metros. Cumple ese rol en el equipo bávaro como en la selección inglesa. La acción en la que cedió para la carrera de Davies fue un ejemplo.

Ancelotti buscó entonces en el banquillo soluciones, con Joselu y Brahim, como soldados de reemplazo que siempre están en su sitio, dispuestos para la misión. El cazagoles que llegó sin jerarquía para llevar el 9 las encontró en el miedo ajeno, por dos veces, para citarse con el sorprendente Borussia Dortmund en la final del 1 de junio y llevar más allá los límites de este imperio que pocos comprenden y tantos aman.

TODO CAMBIÓ

Fue el gol de Davies, ese jugador que se dice que quiere el Madrid, a pierna cambiada, un trallazo. Fue ese gol el que lo cambió todo. Pero no como creía Tuchel y los alemanes que poblaban la parte alta del Bernabéu. No, no en ese sentido. Hasta entonces, el Real Madrid había sido mejor, había dominado, había roto con Vinicius en plan Balón de Oro y Neuer lo había parado todo. Hasta entonces, era un partido normal de Champions, con dos gigantes, con el Madrid mejor y más balón, con el Bayern amenazante, con Kane escaso pero siempre brillante, un partido con miedo y emoción.

Pero metió el gol el Bayern. Y ya no fue un partido de Champions, ya no. Entonces fue un partido de Champions en el Bernabéu. No, perdón: un partido de Champions en el Bernabéu y con remontada por hacer.

Estaba ya Joselu, en el campo. Ese jugador de 34 años, en el camino de la retirada, el que tantas mofas provocó cuando se dijo que era el sustituto de Benzema. Un canterano del Real Madrid que ha recorrido el mundo, profesional del gol, currante en busca de su salario. De los que de niño soñaba con triunfar en el Real Madrid, con un minuto de gloria pero al que el paso del tiempo, las cesiones, los traspasos, los escalones hacia abajo en el nivel de los equipos, le van dibujando otro horizonte en la cabeza y uno aprende a ser feliz con su destino.

Pero entonces, Neuer, que había parado todo, estirándose de un lado hacia otro, había sostenido a un Bayern sin prisa y que iba a ser el héroe del partido. Entonces, Neuer se equivocó en otro tiro de Vinicius, quizá el más fácil, porque iba centrado. Pero la pelota botó y rebotó en el cuerpo de Neuer. Y allí fue Joselu, con sus 34 años, con la experiencia, pero sobre todo con la ilusión del niño que, finalmente, no se había perdido por el camino. Le pegó con el interior, suave, implacable.

Lo supo Tuchel, lo supo Kane y Davies, lo supo Kahn, invitado por el Madrid al palco, lo supo el Bernabéu, que entonces ya estaba en absoluta ebullición, lo supo Madrid, cuyo centro, en el Paseo de la Castellana se había parado un par de horas antes porque una multitud esperaba el autobús, lo supo el Borussia, que espera en la final, se supo en Londres y en toda Europa. El Madrid iba a remontar.

Fue Joselu, en un gol de estos tiempos, con el VAR añadiéndole misterio, un pase de Rüdiger, que es defensa, delantero y lo que haga falta.

El Bayern no se lo creía, como si hubiese pasado un millón de veces. El equipo de Tuchel había hecho un partido conservador, pero le estaba saliendo bien. Apoyándose en Neuer, dejó la posesión al Madrid y esperó su oportunidad. El equipo de Ancelotti jugó a rachas, sobre todo en la primera parte, precavido y fue varios kilos superior después del descanso. Pero el fútbol es extraño. En el partido de eliminatorias de Champions que más buscó el gol y que más mereció ganar, se encontró con un gol en contra, tras otro pase sensacional de Kane, que todo lo que toca lo transforma en oro. Pudo empatar rápido el Madrid, pero su gol fue anulado por una falta de, por otra parte, un gran Nacho.

Ancelotti cambió todo: sacó a Modric (por Kroos, por supuesto), a Camavinga y a Brahim para volcar el partido, para empezar el camino de la remontada. Y dio paso también a Joselu.

Y se supo, ya lo he dicho. Todos los amigos, como todos los amores, tienen frases en clave, lugares en los que quedan sin decirse nada más, donde siempre: las vallas, el Rodri, esa esquina del barrio. Ahí se esperan.

 

 

(Con información agencias) 

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